Otra vez el periodismo figurante nuestro de todos los días. Otra vez la letanía de lamentos. Otra vez la pasividad y la hipocresía de quejarse como viejas asustadas y no tener el coraje suficiente para plantar cara a una clase política irresponsable y abonada a una democracia escénica sin compromiso.
El País o Público publican reportajes sobre los abusos de comunicación de los políticos y el periodismo figurante, ese pan nuestro de todos los días que distribuye proclamas, notas de prensa, vídeos de los partidos y multitud de comunicaciones de políticos e instituciones sin rubor y a menudo sin la mínima investigación ni comprobación.
Basta ya de hipocresía.
¿Dónde están los responsables del abuso y el fraude informativo? Son los políticos lenguaraces y falsarios, pero también los directores de los medios que publican esas barrabasadas. Esos directores que se preocupan tanto de que las declaraciones de los políticos se extiendan lo suficiente en sus páginas e informativos y tan poco de avisar al público del fraude, de las negativas a las preguntas, de respaldar a sus periodistas ante la manipulación de la burocracia política y comunicativa.
Fernando G. Urbaneja, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), ha vuelto a pedir "respuestas individuales y colectivas" contra el desdén de los políticos a los periodistas y, por tanto, a los ciudadanos y la democracia.
Urbaneja recuerda a los directores de los medios su responsabilidad para frenar este enorme deterioro de la democracia y el periodismo que vivimos desde hace años.
En 2008, tras una campaña electoral lamentable, a los directores de los periódicos les costó dos meses consensuar una postura común contra los abusos y las restricciones informativas en plena campaña. De las televisiones, ni noticia, los vídeos de los partidos engordan esos informativos panfletarios donde se llenan minutos y minutos con tan poco que contar. Y mucho menos que informar.
El abuso de unos políticos que se creen irresponsables ante la ciudadanía y que controlan el poder con el puño de una burocracia a la que no le asustan ni los votos -cautivos-, ni los jueces -obedientes-, ni los medios -politizados y timoratos- es cada vez mayor. Al enorme tejido de los gabinetes de prensa, las ruedas de prensa sin preguntas, las comunicaciones institucionales, los vídeos de partidos e instituciones, las inauguraciones, actos y mil oportunidades de propaganda que los ciudadanos pagan cada día con su dinero y su tiempo -para mayor gloria y riqueza de organizadores y entramados tipo Gürtel y tantos otros- se suman ahora las redes sociales de los partidos en internet, los vídeos distribuidos en la Red sin filtro ni cautela animosamente redistribuidos por las televisiones, los manifiestos engañosos y tantas otras manipulaciones.
Pero nada.
El silencio también es periodismo.
Callar también es informar. Filtrar la propaganda de la información es la decisión más importante. ¿Por qué publicar todo lo que los políticos quieren si no aporta valor para los ciudadanos y el debate público? ¿Por qué se distingue tan mal la propaganda de la información en los medios de comunicación?
¿Cuánto tiempo tardarán esta vez los directores de los medios en consensuar una postura común como la pedida ya varias veces por la APM, algunas organizaciones de periodistas catalanes y otros profesionales en varias ocasiones?
La respuesta, señores directores es fácil. Sé que temen el vacío, que otros diarios de filiación contraria violen las prevenciones y den pábulo a los políticos, que militantes enojados los acusen, que sus accionistas se cabreen por las llamadas del poder y que algún director general sienta temblar la publicidad institucional, tan necesaria en estos días de crisis y a la que tan mal acostumbrados están los medios.
Pero se pueden tomar muchas medidas para acabar con el periodismo figurante y mejorar la información y la democracia.
Ejemplos:
1. No informar de ningún acto ni publicar manifestaciones realizadas sin posibilidad de preguntas y acceso abierto de los periodistas a la información.
2. Publicar siempre las condiciones en las que se realizan los actos oficiales, con qué presupuesto y quién paga y organiza, quiénes son los asistentes y con qué finalidad se celebran.
3. Exigir la entrega de todos los documentos, estudios o pruebas a las que se aluda y ponerlas a disposición del público.
4. Hacer constar siempre la disponibilidad de los comparecientes para aceptar preguntas. Especificar si alguna relevante no ha sido respondida.
5. Reducir drásticamente los entrecomillados y declaraciones de los políticos, especialmente en los titulares y entradillas.
6. Informar más de qué se hace y menos de qué se dice. Sostener el seguimiento y la evolución de las promesas, proyectos y otros futuribles de los cargos públicos.
Como estas caben muchas más medidas, simples y efectivas, para mejorar la información y la democracia. Pero ninguna es factible sin coraje y voluntad periodística y ciudadanas.