RTVE en huelga por la cura de adelgazamiento y volvemos al pasado con los programas de archivo. Políticos, directivos y trabajadores discrepan sobre el tratamiento necesario. En Gran Bretaña la todopoderosa BBC propone terapia de choque: producir programas de calidad, reducir su expansión en internet, cerrar revistas y emisoras de radio especializadas.
Una televisión pública menos cara. Lo contrario de lo hecho los últimos años. La BBC ha crecido como nunca. Ya no es radiotelevisión, es el emblema de lo que llamaron la Gran Bretaña digital. Aquí el anterior modelo de RTVE, construido por Luis Fernández, crecía elefantiásico como su modelo británico: más canales en la TDT y un proyecto en internet antes arrumbado por la ignorancia de un futuro hecho presente.
Llegó la crisis y la televisión necesita adelgazar. La pregunta es cuál debe ser el servicio público en la era digital. La BBC ha reinado como Isabel II. Su trono es indiscutible y su imperio domina la televisión, la radio, internet y hasta a los diarios. En España Alberto Oliart, con cabeza de gestor y mantita de televidente hogareño en las rodillas, ha llegado para dar garrote vil a un modelo con tendencia a desmandarse. Mientras, el telestado autonómico devora cuanto puede con discreción.
La pregunta es qué servicio público desempeña la radiotelevisión en la era digital. No pregunten a los dueños de las privadas, dirán que ninguno. ¿A las asociaciones de telespectadores? Dudas. A los políticos sólo les interesa el poder: licencias, control partidista, sostener un negocio de alta visibilidad. No lo busquen en la nueva ley audiovisual, sólo encontrarán vaguedades. Alguien debería contestar con sinceridad por qué hemos gastado tanto dinero en la TDT sin aprovechar el cambio tecnológico para una red universal de banda ancha capaz de ofrecer todo tipo de contenidos.
Más producción propia, piden los sindicatos. Más responsabilidad y una plataforma de contenidos realmente públicos, debemos exigir los ciudadanos.