Comunicación
Los periodistas, su estatuto y sus peligros
La Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) se moviliza para proponer un Estatuto del Periodista alternativo al presentado por Izquierda Unida en el Congreso de los Diputados. Un proyecto intervencionista que deja en manos de un Consejo Estatal de la Información y de sus réplicas autonómicas el poder de decidir quién es periodista a través de un carné.
El sueño de los políticos, control estatal y control autonómico. El periodismo definitivamente sojuzgado por ley.
La FAPE abandona también el Foro de Organizaciones de Periodistas, la organización de colegios de periodistas, asociaciones de la prensa, sindicatos y otros colectivos que en mayo de 2000 aprobaron un proyecto de Estatuto del Periodista Profesional, primero asumido por el PSOE y luego recogido por Izquierda Unida para su tramitación en Cortes en noviembre de 2004.
El periodismo está en crisis. Como siempre. Nunca ha sido una profesión fácil, siempre ha estado expuesta a las críticas y tampoco ha estado bien pagada (con la excepción de algunas estrellas, especialmente de los medios audiovisuales).
La explosión del oficio con la creación de facultades y la licenciatura de 5.000 nuevos periodistas al año (40.000 alumnos) ha facilitado la aparición de un mercado laboral inestable, poco ordenado y con malas condiciones económicas y profesionales.
El periodismo vive amenazado y debe cambiar para sobrevivir (y mejorar). Por una parte, la presión del público y las fuentes; por otra, la de los políticos y el poder, la del negocio y los beneficios, el deterioro del oficio y las condiciones de trabajo, la tecnología y el asalto de los ciudadanos a los medios.
El Estatuto del Periodista Profesional (pdf) desarrolla los derechos de los informadores profesionales y limita el acceso a la profesión a través del establecimiento de un carné profesional otorgado por esos consejos de la información, dominados por representantes políticos, sindicales y sus terminales asociativos.
Sigue la tradición intervencionista y sindical de regulaciones como la francesa de 1935, la italiana de 1963 o la más moderna, la portuguesa de 1999, el ejemplo en el que se basa gran parte del proyecto de estatuto español. Con una gran diferencia: la comisión portuguesa está
"presidida por un magistrado y constituida por periodistas profesionales y representantes de los diferentes medios de comunicación social".
En la propuesta del Foro recogida por IU, el Consejo Estatal de la Información será elegido por Congreso y Senado entre periodistas (8), juristas (2), representantes empresariales (4), sindicales (4), y de las asociaciones de consumidores, telespectadores y radioyentes (4). Y lo mismo los organismos autonómicos.
La diferencia es clara:
autorregulación o intervencionismo estatal y político directo y a través de sus organizaciones afines.
La esencia del periodismo es controlar al poder y servir a los ciudadanos. Quizá hemos llegado a un punto en España en el que cuanto más se habla del periodismo como profesión más se considera como un mero trabajo dócil y cómodo. Muchas veces cuesta salir del amparo de las salas de prensa y la redacción para patear calle. Otras veces la saturación de trabajo y funciones no permite el contacto directo con la información y el periodista acaba burocratizado y sin experiencia directa de la realidad.
Algunos piensan que el Estatuto es la única forma de solucionar el terrible deterioro laboral de la profesión, pero no es verdad. Un estatuto no sirve para acabar con los contratos basura ni para fijar pagas dignas.
Para acabar con la precariedad de los contratos y la mala situación profesional de gran parte de la profesión,
la FAPE propone contratos marco: una negociación entre las asociaciones profesionales y las de editores para llegar a un acuerdo que marque reglas claras para el desarrollo de un periodismo de calidad.
Un estatuto no sirve para mejorar el periodismo, sólo mejorable desde la exigencia personal y profesional de cada uno, y cada uno según su responsabilidad: de reportero, jefe, director o editor.
El periodismo y la democracia necesitan mejores periodistas y mejores editores. No necesitan más control político. Cuando los periodistas abren un resquicio a los políticos, ellos se meten en tromba, ocupan todo el espacio, pasan por encima de la profesión y sólo demandan obediencia.
Ya lo hacen sin necesidad de estatuto, a través de sus gabinetes de prensa, de las subvenciones, de la publicidad institucional o de las empresas que controlan.
El proyecto de estatuto también tiene otros puntos polémicos como la inclusión de un código deontológico dentro de la ley (una peligrosa confusión).
Sólo establece dos deberes: el de informar y la responsabilidad deontológica, cuya transgresión es castigada con multas o retirada del carné.
Obliga a que los directores de medios sean periodistas profesionales, lo que puede suponer una violación de la libertad de empresa y un empobrecimiento radical de la profesión y los medios.
Establece obligariamente comités de redacción vigilantes del poder de los directores y editores, y del respeto del Código Deontológico.
La aparición del proyecto ha llevado al Congreso la discusión sobre el oficio del periodismo. No parece que esa misma discusión se esté realizando en las redacciones ni tampoco, hasta ahora, en las organizaciones profesionales.
Al hablar con muchos periodistas se descubre una gran ignorancia sobre la propuesta. La mayoría de las preocupaciones están más en los aspectos laborales que en los profesionales.
Es hora de debate, serio y responsable. Es hora de reivindicar el periodismo como disciplina de información veraz vigilante del poder y transparente y responsable ante los ciudadanos.
Es hora de exigir condiciones dignas para ejercer el periodismo, sobre todo cuando los beneficios acompañan y porque el deterioro de la calidad conduce a la pérdida de credibilidad e interés del público.
Pero también es hora de ser autoexigentes, más transparentes, más abiertos a los nuevos medios, las nuevas formas de usarlos y la democratización radical de la información.
Y también de reivindicar un poco ese viejo ímpetu corsario que ha hecho posible la rebeldía y el mejor periodismo de todos los tiempos.
APM | Once mil asociados de la FAPE proponen otro estatuto
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