El comisario europeo Charlie McCreevy está muy preocupado por las rentas de los músicos. Para proteger su vejez quiere aumentar la duración de los derechos de autor hasta los 95 años, como en Estados Unidos, desde los 50 actuales que rigen en la mayoría de países europeos. McCreevy quiere evitar que sean los "parientes pobres" del negocio de la música. El comisario europeo dice que no entiende por qué los compositores disfrutan de 70 años de derechos de autor mientras los intérpretes y los productores sólo retienen esos derechos durante 50 años (ley de propiedad intelectual española). ¿No será para estimular la producción de más obras originales en lugar de vivir de rentas? ¿No será para que las obras puedan interpretarse por nuevos músicos, con otros estilos? Así de sencillo. Y 50 años no es poco. 95 es una eternidad. Pero el comisario no se lee los informes encargados por la propia Comisión Europea (The Recasting of Copyright&Related Rights for the Knowledge Economy, Universidad de Amsterdam, 2006, pdf) ni los realizados en otros países miembros, como en Gran Bretaña (Review of the Economic Evidence Relating to an Extension of the Term of Copyright in Sound Recordings, Universidad de Cambridge, pdf) para preparar el Informe Gowers sobre modernización de la propiedad intelectual.
Todos coinciden en los argumentos: 1. Las discográficas son las más beneficiadas por la extensión de la duración de los derechos de autor, no los músicos 2. El aumento de los costes de derechos de autor empobrece el negocio de la cultura; porque se pierden incentivos para obras nuevas a favor de la rentabilidad de las antiguas, ya amortizadas. 3. No beneficia en exceso a los poseedores de los derechos (pese a la teoría de la larga cola) y grava a los consumidores, especialmente a aquellos más interesados en la música. 4. La digitalización abarata todos los costes y por tanto la extensión de los derechos no tiene sentido económico.
Pero el comisario europeo es sordo y ciego para los expertos y los ciudadanos. Está más alerta de los lobbies de los derechos de autor y de la industria discográfica, que a través de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (WIPO) lleva años intentando extender los derechos de propiedad de las empresas sobre las obras de los autores e intérpretes. A la industria discográfica le encanta la propuesta del comisario europeo. Pero ampliar la duración de los derechos de autor sólo sirve para hacer ganar más dinero a las discográficas y limitar las nuevas creaciones. Músicos como David Byrne, Billy Bragg o Radiohead no se cansan de repetirlo: el problema para los artistas es mantener el control creativo de sus obras e interpretaciones y aumentar sus beneficios económicos. Ese es el cambio del negocio repudiado por las discográficas y las entidades de gestión de derechos. Por eso la propuesta del comisario europeo no beneficia a los músicos ni al público. Sólo a los dueños de un negocio que debe cambiar irremediablemente, tanto para retribuir con más justicia a los músicos como para no impedir la creación, la cultura digital y de la convergencia, el remix y las obras derivadas.
Lawrence Lessig, creador de Creative Commons, lo explica en este vídeo:
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