Rebeldía contra el totalitarismo nacionalista
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Rebeldía contra el totalitarismo nacionalista


Ciutadans de Catalunya se presenta mañana en Barcelona como una plataforma política impulsada por 15 intelectuales para reclamar más gobernanza y menos nacionalismo.
"Después de 23 años de nacionalismo conservador, Cataluña ha pasado a ser gobernada por el nacionalismo de izquierdas. Nada sustantivo ha cambiado". Así comienza un manifiesto que denuncia la "incapacidad del gobierno y de los partidos que lo componen para enfrentarse a los problemas reales de los ciudadanos".
Es la primera revuelta pública contra la asunción por la izquierda de la política nacionalista de los años del pujolismo y que está llevando a Cataluña a una carrera de partidos por ganar los votos del único mensaje, meta o sueño que asegura los votos de la corrección política, asentada sobre casi 30 años de impulso al pensamiento único.
Los firmantes Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat, Ana Nuño, Félix Ovejero, Félix Pérez Romera, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, José Vicente Rodríguez Mora, Ferran Toutain, Carlos Trías, Ivan Tubau y Horacio Vázquez Rial se rebelan contra el desplazamiento de lo necesario por lo simbólico que hace el nacionalismo y denuncian el abandono por el PSC-PSOE e Iniciativa per Catalunya de su política social y de izquierda.
Pervive el nacionalismo pujolista y su búsqueda del conflicto con el Estado y el resto de España como gran coartada. "Es cada vez más escandalosa la pedagogía del odio que difunden los medios de comunicación del Gobierno catalán contra todo lo español", denuncian, así como la persecución de la lengua castellana (cuyo último episodio es la exclusión de escritores catalanes en español de la Feria de Frankfurt).
Los resistentes al nacionalismo omnipresente no se sienten representados por ninguna formación política y "manifiestan la necesidad de que un nuevo partido político corrija el déficit de representatividad del Parlamento catalán".
Defienden la Constitución y el estado autonómico, y alertan:
"Es cierto que el nacionalismo unifica transversalmente la teoría y la práctica de todos los partidos catalanes hasta ahora existentes; precisamente por ello, está lejos de representar al conjunto de la sociedad. Llamamos, pues, a los ciudadanos de Cataluña identificados con estos planteamientos a reclamar la existencia de un partido político que contribuya al restablecimiento de la realidad".
Félix de Azúa, uno de los promotores de esta rebeldía antinacionalista, explicaba en ABC la decepción por el rumbo del gobierno tripartito y del PSC: "Es evidente que Maragall está preso de los votos de los independentistas. Y no sólo él. Convergencia compite con ellos en fanatismo. El mayor problema es la falta de convicciones profundas entre los políticos catalanes. Les come la moral el que grita más fuerte".
Ahí está la raíz de un fanatismo por la corrección política que ha convertido a Cataluña en un lugar de pensamiento con pocas variaciones, escaso debate y gestión de lo real (gobernanza) y donde se ha asfixiado a la razón con la machacona repetición de un mensaje unívoco en los medios, la educación y la práctica totalidad de la vida pública: del Barça al Fórum pasando por las Ramblas.
Un poco de nacionalismo a tiempo puede ser beneficioso, en Cataluña, el País Vasco o Galicia para la pluralidad y la riqueza cívica y humana. El exceso y la obsesión identitaria son el fascismo de siempre, aunque el color de estas banderas sea más agradable que el de las viejas insignias negras y rojinegras.
Azúa marca una nítida división frente al Partido Popular: "El PP no es un partido moderno. Es inconcebible que quiera imponer clases de religión, que impida la investigación científica o que se tome en serio al Vaticano. Cuando ese partido acabe con los restos de franquismo que le asfixian, cambiará todo el panorama político de España.
Ágora Socialista, una de las más importantes corrientes críticas del PSC se ha apresurado a desmarcarse del manifiesto a pesar de "compartir la mayor parte de éste, excepción hecha de aquello que parece desprenderse de su título y de las palabras que se pronuncian por la necesidad de un nuevo partido político en Cataluña".
Coinciden en reconocer "la existencia de un gran vacío en la representación política de la sociedad de Cataluña" pero defienden que el PSC el partido que debe llenar ese hueco y representar a los catalanes más preocupados por el avance social que por los temas identitarios.
Ciutadans de Catalunya recoge y actualiza las proclamas del Foro Babel, el movimiento más significado contra la oleada nacionalista, que a finales de los años noventa emitió dos manifiestos: el primero defendiendo el bilingüismo de la ciudadanía catalana, y un segundo más político, en el que se reclamaba más ciudadanía (esa de la que habla el presidente Zapatero y que no coincide con la de Maragall), pluralismo, bilingüismo y federalismo.
La apisonadora nacionalista es cada vez mayor. Son muchos años de discurso aupado en un antifranquismo esclerotizado, un mensaje único y retorcido con la intención de ejercer un dominio profundo de la sociedad, y una extensión del clientelismo abrumadora.
La izquierda catalana ha sido poco crítica y se ha dejado ir en esa carrera. Unos cuantos intentan que la realidad no sea manipulada por la visión totalitaria. Es hora.




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