Una crisis del propio periodismo
Comunicación

Una crisis del propio periodismo


Esta foto de Sebastià Serrano y Pilar Antillach tendrá difícil repetición. La dimisión de Serrano como decano del Col·legi de Periodistes de Catalunya ha abierto una crisis en la institución avanzada ya en las propuestas de la candidatura de Antillach: institucionalización, formación de grupos de poder internos que influyen sobre la profesión, politización y debilidad en la defensa de los derechos de los periodistas.
Antillach ejemplificó su campaña en los problemas para informar sobre el derribo del Carmelo (donde siguen los problemas) y la injerencia política con el apagón informativo que se produjo por la presión política y la autocensura de algunos medios y profesionales.
La crisis es de tal calado que ya se oyen voces pidiendo la disolución del Colegio, lo que supondría el fracaso de uno de los intentos más ambiciosos de organizar y regular la profesión periodística.
Pero el Colegio está tocado. La renovación y la lucha por la independencia de los poderes y las empresas proclamada por Antillach parece lejana a no ser que algo cambie el rumbo de esta crisis.
En el subsuelo de la crisis está el mismo modelo colegial, un sistema corporativista e institucional en una profesión donde quienes aspiran a regular el acceso y la práctica chocan constantemente con la invasión de los derechos de los ciudadanos, el gremialismo, las debilidades internas de los propios medios y la presión externa, sobre todo del poder político y económico.
Los periodistas son, por naturaleza y práctica, actores políticos y sus órganos de asociación y gobierno son objetivo prioritario de los poderes de todo tipo para controlarlos o sesgarlos a favor.
La autorregulación profesional y deontológica, la defensa de los derechos para el ejercicio de la profesión, la mejora de las condiciones laborales, la formación de los periodistas y la prestación de servicios asistenciales son los objetivos de los dos colegios de periodistas de España (Cataluña y Galicia), que no difieren mucho de los objetivos y estatutos de las asociaciones de la prensa.
Pero los colegios son exclusivos de los periodistas titulados universitarios (Cat, Gal) frente a la profesionalidad entendida como ejercicio de las asociaciones de la prensa.
El 70% de los periodistas pertenecientes a las asociaciones de la prensa están a favor de crear un colegio profesional nacional.
En el Congreso de los Diputados sigue su curso la tramitación del Estatuto del Periodista Profesional, otro intento de regular el acceso a la profesión, su ejercicio y que rinde el periodismo a la tutela de los políticos, por más que incluya otros aspectos positivos (Antillach fue una de las voces más críticas en Cataluña contra estos aspectos).
Cuanto más débil es el periodismo, cuanto más amenazados se sienten los profesionales por las fuentes, las empresas, los propios ciudadanos, más se avivan las tendencias corporativistas. El caliente manto protector del título, el carné y la institución en la que todos nos reconocemos es la promesa del fuego y el refugio en la noche fría y oscura.
Pero el periodismo es un oficio bucanero y de combate donde la libertad y la exigencia individual es imprescindible para cumplir el único mandato real de los periodistas: ofrecer la representación más fiable y honesta que puedan obtener de la realidad a los ciudadanos.
Un grupo de periodistas juntos y normativizados es un pastel para cualquier poder. Si además se redactan estatutos, se emiten carnés y se ponen barreras de acceso, la tentación de la censura y el control está servida.
Y llegan las injerencias, las banderías, las autoimposiciones denunciadas por Antillach.
Serrano dimite por imposibilidad de consenso y denunciando un "asalto organizado" al Col·legi. Su carta no explica bien los motivos y nadie por el momento ha explicado claramente cuál es el origen y causas de la crisis.
Si los periodistas no somos capaces de ser absolutamente transparentes en nuestra labor perdemos la justificación moral y democrática de demandar lo mismo a los demás. Pero no debemos olvidar que el fin de nuestra profesión es el derecho a la información de los ciudadanos, más allá de nuestros problemas.

P21 | Crisis en el Col·legi




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