Desalojados. La acampada en Sol (Madrid) ha sido desalojada tras las manifestaciones por una #democraciarealya el #15m. Era de esperar. La democracia formal se sorprendió el domingo cuando miles de personas se lanzaron a la calle en toda España para protestar contra la partitocracia y una política sorda a sus expectativas y reclamaciones. Sus poderes: políticos, medios de comunicación, fuerzas de orden público, no supieron calibrar la insatisfacción del movimiento generado y organizado en internet. Los manifestantes, sí. La cuestión es cómo canalizar la protesta para mejorar la democracia y no perder esta resurrección de la política de base. Acordaos de Vivienda Digna o de Nunca Máis, plataformas de movilización ciudadana y desencanto con fines concretos que abrieron el debate y reclamaron responsabilidad. El desafío es no abandonar la movilización ni abocarse al olvido, como ocurrió tras aquel 13 de marzo de 2004 en el que las smart mobs y los sms hicieron su aparición en la política española. No volver a un régimen desgastado y desprestigiado, como está ocurriendo en Túnez o Egipto, los países de la primavera árabe, convocada e impulsada en las redes sociales como la #15Mani.
La situación recuerda mucho a la evolución de los movimientos sesentayochistas tras mayo del 68 y los debates sobre la estrategia de la New Left. Entonces se discutía si era necesario crear un nuevo partido o el radicalismo podía generar un nuevo contrato social que impregnase a los partidos de la democracia formal. La respuesta fue la cerrazón del general De Gaulle en Francia o los inicios de la revolución conservadora en demócratas y republicanos con las presidencias de Lyndon Johnson y Richard Nixon en Estados Unidos. Pero aquellos movimientos y el repudio del comunismo soviético tras la Primavera de Praga serían también la génesis de la moderna socialdemocracia impulsada desde el laborismo británico y el SPD alemán. El eurocomunismo acabaría con la égida revolucionaria de los viejos partidos marxistas leninistas. En los años 80, la nueva explosión social tras las crisis económicas de la década anterior y la emergencia de los nuevos problemas sociales, económicos, ecológicos y demográficos haría nacer a los verdes. El movimiento ecologista se metamorfoseó en parte en partido para defender las nuevas reclamaciones sociales.
¿Debe la movilización del 15m convertirse en partido? Los partidos de izquierda parecen al fin preocupados. Más les vale. El PP puede seguir tranquilo con sus listas contaminadas de corrupción y con un votante fiel, impermeable a la crítica. Pero la izquierda tiene su origen epistemológico en la crítica hegeliana. O se adapta, cambia y responde, o es repudiada. Cuando después de muchos años todavía no ha sabido renovarse e integrar el voluntarismo social representado por muchas ONGs, la nueva ciberpolítica de la globalización los excede. No entienden sus lazos frágiles y ocasionales, su crítica sistémica y a la vez coyuntural, las nuevas reivindicaciones de los hijos del estado del bienestar y una insatisfacción que une la rabia por pagar una crisis a la que gran parte de la población fue abocada por una pequeña parte de la plutocracia con la crisis de una arquitectura constitucional que ha multiplicado la burocracia sin lograr una descentralización que realmente haga al poder más cercano, responsable, controlable y abierto. Pero bajo las etiquetas de #democraciarealya, #nolesvotes y el resto de las usadas los últimos tiempos como epítetos de la insatisfacción democrática surgen, crecen y se encuentran muchas ideas, sensibilidades e intereses. Imposible crear un partido. Posiblemente inútil aunque algunos como Proyecto Equo, heredero de los movimientos de sesentayochistas y de los verdes, se haya acercado, como Attac y otros de los que reúnen muchas de las reivindicaciones expresadas en las redes sociales. Decía John Dewey, el teórico de la democracia participativa que ha inspirado muchos movimientos de ciberpolítica de base en Estados Unidos, que los males de la democracia se curan con más democracia. Y con tecnología, a la que siempre definió como la última frontera de la democracia. La revuelta árabe como antes Irán, China, Indonesia, Filipinas, etc. y la política de la Internet Freedom del gobierno Obama demuestran su certeza. La nueva política crece donde llega el espacio público creado por las demandas ciudadanas sostenidas en las plataformas de las nuevas tecnologías. Pero la revolución sólo triunfa cuando sus demandas se hacen reales, se propagan, impregnan la política cotidiana y la sociedad adopta sus reclamaciones y conductas. La democracia P2P o ciberdemocracia es una estrategia y una plataforma, no un programa ni un partido. Su mejor contribución puede ser hacer lo que mejor puede hacer:
Extender el espacio y la discusión pública.
Convertirse en una plataforma de ideas y activismo capaz de movilizarse con demandas concretas para reforzar el control democrático.
Planificar poco y coordinar mucho: reaccionar con rapidez y eficacia para la defensa de la ciudadanía ante abusos y excesos políticos.
Crear herramientas y grupos colaborativos más eficientes y rápidos para el control político, investigar, denunciar y difundir los debates públicos.
Defender internet, sus herramientas y libertades como espacios abiertos y democráticos. Liberados tanto del control político y de las grandes empresas como del control 2.0 del nuevo feudalismo de los datos y el espacio público.
Aumentar el capital social: construir el tejido que pueda volver a hacer confiar a los ciudadanos en la necesidad del debate y la acción política para mejorar la realidad política, social y económica.
Amplificar las demandas ciudadanas para su máxima difusión a través de las herramientas digitales con el propósito de llegar al máximo de conocimiento por la población para que cada cual juzgue y actúe según su voluntad, ideas y posición.
Ser viral en todo el sistema político, económico y cultural: contaminar a las personas, los partidos, poderes, medios de comunicación, etc.
Repudiar la concentración del poder -económico, político, social- y defender la redistribución real del capital social y político.
Explorar las posibilidades de la democracia extrema y la democracia P2P para aprovechar al máximo la descentralización del sistema y sus herramientas -en contra de los procesos de concentración y desigualdad en marcha- y la emergencia, las cualidades de algunos sistemas para crear valor y resultados complejos más allá de la suma de sus partes. Estas son las grandes ventajas de las redes y la oportunidad de los movimientos ciberpolíticos para agrupar, debatir, sistematizar y defender las principales reivindicaciones democráticas sin que todos sus miembros participen de unas ideas, ideología u organización común. Una democracia más libre y participativa para reiniciar la política hacia un nuevo sistema operativo con una democracia como verdadera plataforma ciudadana.
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