Comunicación
#15m, revuelta contra una democracia agotada
"Democracia Real YA. No somos mercancía en manos de políticos y banqueros". Es el eslogan con el que miles de personas movilizadas a través de las redes sociales se han echado a la calle esta tarde. Más allá de propuestas concretas y de un manifiesto no compartido por todos, el reclamo se oye alto y fuerte: es necesaria una nueva política, más directa y participativa. Y con ella, la profunda reforma de una partitocracia que ha secuestrado lo mejor de la democracia para convertirla en una burocracia donde satisfacer a los jerarcas del aparato de los partidos es más importante que la política y la ciudadanía.
Domingo, #15m, la etiqueta usada para agrupar la comunicación en las redes sociales se extiende junto a #democraciarealya y #nolesvotes. Siete días antes de las elecciones municipales y autonómicas y cuando las encuestas reflejan el aumento de indecisos y el voto de castigo al PSOE.
Recuerda aquella tarde del 13 de marzo de 2004, cuando los SMS y los blogs señalaron la irrupción de la política 2.0 en la democracia española. Aquella tarde cuando una insatisfacción y una ira tan grande como la de hoy dieron un vuelco a las expectativas electorales tras la tragedia del 11-M.
Los grandes medios han tardado en reaccionar. Lentos y duros de oídos como la política en la que se encierra su criterio y su enfoque.
Al principio de las manifestaciones sólo El País en su red social Eskup, 20 Minutos y la autonómica TV3 entre los grandes medios reflejaban la convocatoria. La única televisión nacional de noticias, 24 Horas, lo obviaba, demostrando una vez más las carencias del servicio público audiovisual.
Al comprobar la repercusión en las redes sociales y la cantidad de gente en la calle, poco a poco han ido reflejando una protesta cuyo significado y repercusión escapa a una gran parte de los poderes de la democracia formal.
#democraciarealya y #nolesvotes son manifestaciones de una ciudadanía harta de no ser escuchada. Un ejemplo de activismo en red, de comunidades donde conviven intereses diversos y donde la revuelta hiperconsumista contra la ley Sinde se une al espanto de una corrupción que mancha las listas de candidatos a las elecciones. A muchos de los que pasean banderas republicanas por las protestas les asombra ver a gente de iPhone, iPad o el último teléfono con Android a grito pelado. Pero las movilizaciones y las revueltas del siglo XXI necesitan y aprovechan un sustrato tecnológico y social donde coinciden aspiraciones, desconfianza y reivindicaciones diversas.
La revolución no llegará de una lucha de clases superada por el estado del bienestar. Ni de la democracia étnica aventada por algunos nacionalismos y por la derecha xenófoba. Tampoco de una democracia que sustituye más la vieja reivindicación de los medios de producción por la demanda de un trabajo digno y adecuado a las aspiraciones de las generaciones más formadas de la historia.
Trabajo digno, participación (ser escuchados) y el bienestar necesario para seguir consumiendo están en el fondo de la indignación de muchos.
Estos días se vuelve a hablar mucho de Christopher Lasch y su denuncia de la cultura del narcisismo y la revuelta de las élites como pecados capitales de la postdemocracia y la globalización. El eco de su influencia se oye en los gurús 2.0 y en los disconformes de una nueva izquierda fracasada.
En esos manifestantes de smartphone y Twitter airado se recupera la indignación tantas veces olvidada. Pero esta vez es distinto. Las redes facilitan la comunicación, un activismo de compromiso fácil y la democracia en tiempo real. Tuiteos y gritos pueden callar y volver a escucharse cuantas veces sea necesario. Con más de la mitad de la población en internet y la mayoría de ellos en las redes sociales, leer los machacones mensajes de los candidatos entre los tuiteos de la protesta digital, tan pendientes de sí mismos como de su repercusión en los medios, indican que algo está cambiando.
La crisis de la democracia representativa y del sistema de medios de comunicación que la hizo posible se acelera cuando los manifestantes controlan en tiempo real la magnitud de su movilización.
Llega la hora de reinventar la democracia cuando un tuiteo puede valer más que un voto.
Para seguir el debate: ¿Qué hacer después del #15m?
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