Comunicación
Santiago Rey busca una Voz más suya
Santiago Rey y Bieito Rubido ya casi no hablaban. La confianza entre editor y director de La Voz de Galicia se quebró lentamente y desembocó en la destitución del periodista al frente de la redacción del líder de la prensa gallega.
Rubido debió sospechar algo cuando el teléfono dejó de sonar tan a menudo como era habitual. A los directores les pasa como a los ministros. El teléfono calla y sabes que tu tiempo se ha agotado.
Santiago Rey quiere control total sobre La Voz y no está dispuesto a discutir ciertas ideas con nadie. Las diferencias de los últimos meses con Rubido respecto al modelo de diario, su diseño y su línea editorial le exasperaron pese al apoyo del consejero delegado, José Gabriel González Arias, cuyas relaciones con el director del periódico nunca fueron buenas.
González Arias llegó a La Voz para limitar la autoridad y el poder de un director con una fuerte proyección externa y de ideas y decisiones rotundas. La voluntad de dirigir de Bieito Rubido enojaba a veces a los directivos de la empresa. El presidente era consciente y en los últimos tiempos el enfado era suyo.
El director general atenazaba al director con sus presupuestos ajustados y la falta de autorización para nuevos contratos y proyectos. Bieito sufría con aguante pero sin olvidar esos golpes.
Quienes conocen bien a Santiago Rey comentan su preocupación por la caída de la difusión de la prensa y la posibilidad de que el diario líder de Galicia baje de los cien mil ejemplares diarios.
El editor recuerda la historia y la misión del periódico desde que fuera fundado en 1882 por su antepasado Juan Fernández Latorre, pero especialmente la labor de su padre, Emilio Rey, que convirtió al diario en la referencia de la prensa gallega. Y quiere mantener ese carácter sobre los medios, la sociedad, la cultura y la política gallega.
Muchos vuelven a reconocer el Santiago Rey que tuvo que volver en 2002 a tomar las riendas del diario y la empresa después de haberla dejado en manos de sus hijos. Emilio Rey, el más joven, pilotó una expansión audiovisual y un intento de reflotar Diario 16 y tener una voz en Madrid que acabó con una deuda onerosa para la compañía y el fracaso de muchas de sus iniciativas.
Entonces volvió para salvar la herencia de tantos años. Ahora vuelve con la misma actitud y una firme voluntad de mantener el liderazgo de La Voz.
Algunos socialistas están sorprendidos con la noticia del fin de Rubido. La Voz ha sido muy crítica con la política del gobierno de Zapatero y con los compromisos políticos con Galicia, propios o heredados del ejecutivo del PP. Su presión para la construcción del AVE en fecha y para cumplir las promesas del Plan Galicia han provocado serias disputas con el gobierno y con la Xunta bipartita.
Pero la marejada había amainado pese a la memoria de Emilio Pérez Touriño y José Blanco hasta que hace unos días una información volvió a desatar la tormenta. En el club de fans de Bieito Rubido nunca ha estado la ministra Magdalena Álvarez, tampoco muy querida por el ex alcalde y ahora embajador en el Vaticano Paco Vázquez.
Desde la destitución de Rubido,
Santiago Rey está pendiente del diario como nunca. Controla los contenidos, la paginación, el diseño. El mismo día de la destitución estuvo en la redacción para explicar su decisión y al día siguiente volvió para supervisar la información sobre el alto el fuego de ETA. En el periódico había preparadas nueve páginas y sólo se publicaron tres.
Rey no veía clara la tregua y la redacción atisbó sin dudas la voluntad del editor de ser un auténtico patrón de la nave.
Desde entonces el fax de la casa del editor recibe más pruebas de páginas que nunca. Antes llegaba con la portada, la opinión y algunas páginas. Ahora la mirada de Santiago Rey transita por muchas más informaciones y no se recata en ordenar cambios, sea la hora que sea y aunque el cierre de las muchísimas ediciones del diario sea pesado.
En la redacción se preguntan cuál será el modelo de periódico que quiere este editor lanzado sobre su diario como muy pocas veces se recuerda en la prensa española.
Ya en septiembre pasado se lanzó como ariete contra la operación de Florentino Pérez para hacerse con el control de Unión Fenosa frente a las pretensiones de Amancio Ortega (Zara) y Jacinto Rey (Construcciones San José, accionista de Xornal.com, dirigido por el ex director más nacionalista de La Voz, y ahora en el capital de El Economista).
No se recordaba la voz tan airada de un editor español desde que los diarios se profesionalizaron.
¿Es Xosé Luis Vilela el director adecuado para un editor omnipresente?Vilela es uno de los históricos de La Voz, donde trabaja hace ya 30 años. Es la segunda vez que asume la dirección en funciones por la destitución de un director. Además ha sido el coordinador y pieza clave de la mayoría de los cambios de diseño, formato, estructura, estilo y contenidos desde 1992, cuando pilotó la gran reforma del diario y coordinó uno de los primeros y más completos manuales de estilo de la prensa española.
Es un periodista sosegado, cauto, inteligente y un gran conocedor del mercado de la prensa. No tiene la pegada de Luis Ventoso, subdirector y ex director de Diario 16, ni la pluma literaria de César Casal, subdirector de información local. Pero es un hombre leal, muy trabajador y a cuya inteligencia sólo le falta un poco más de presencia pública para ser bien reconocida.
Una gran parte de la redacción confía en él y muchos profesionales del diario aseguran que sigue siendo el auténtico motor del día a día. Las quinielas están llenas de nombres y se repiten muchos que han sonado en otras ocasiones: columnistas confiables, profesionales de La Voz de ida y vuelta e incluso algún nombre de otros medios.
Pero por el momento parece que sólo Santiago Rey tiene alguna idea del futuro.
La desconfianza del editor acaba con la carrera de un director y se temen recortes en la redacción, sobre todo para adelgazar un staff que acoge a cargos de otras épocas, de otros directores y de otras aventuras.
Nota: esta es una segunda versión de este artículo ya que el primero se borró por razón desconocida.
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