Comunicación
SGAE, la hora de la reforma
El gran inquisidor está bajo sospecha. Teddy Bautista, presidente de la SGAE a punto de ser reelegido tras un proceso electoral diseñado para sostener su poder, ha sido detenido con algunos de sus colaboradores más cercanos. Son responsables de un gran entramado de sociedades y negocios investigados por la Fiscalía Anticorrupción y alimentados durante mucho tiempo por abundantes subvenciones públicas y la ceguera del Ministerio de Cultura. Siempre del lado de Bautista y sus proyectos contra las protestas de empresas, instituciones o incluso otras sociedades de gestión colectiva de derechos a las que la SGAE ha ido dominando.
La SGAE no puede tener ánimo de lucro. Sus actividades deben ser en defensa de los derechos de autor y con la función social de proteger la propiedad intelectual y la cultura. Bajo ese mandato Bautista ha instaurado un régimen del terror poniendo bajo sospecha de piratería a todos los ciudadanos, exprimiendo a los pagadores de licencias y convirtiendo a esta sociedad de derechos de autor en un monopolio y en uno de los lobbies más poderosos. La Comisión Nacional de la Competencia, las televisiones y radios privadas -las mayores pagadoras de derechos-, ciudadanos, ayuntamientos e internautas se han cansado de reclamar transparencia y equidad sin éxito.
Si la investigación demuestra la veracidad de las sospechas de la Fiscalía, Bautista y sus colaboradores serán los mayores piratas. Quienes más se habrán beneficiado de los derechos de los autores, pero también de los altos precios que los ciudadanos pagamos por los productos culturales y de la implantación abusiva e indiscriminada de un canon digital injusto.
La investigación sobre el lado oculto de la SGAE y sus actividades empresariales a través de la Fundación Autor, Arteria, la Sociedad Digital de Autores y Editores (sDae) y la empresa Microgénesis debe aclarar los magnánimos salarios y fondos de la gestora y su entramado, como la jubilación de oro prevista para Bautista, de más de 300.000 euros al año.
Además de los cuantiosos fondos de SGAE, con una recaudación de 365 millones de euros el año pasado, la gestora nunca ha dejado de reclamar dinero público -para apoyar la cultura, dicen- para sus proyectos. Algunos deficitarios y otros que exceden sus atribuciones. Peor, compiten con empresas a las que fija unilateralmente y cobra con exigencia incontestable las licencias de las obras, repetidamente denunciadas como entre las más caras de Europa.
Esa posición de abuso ha retrasado la aparición de nuevos modelos de negocio de contenidos, especialmente audiovisuales y musicales. Junto a Cedro, la sociedad de gestión de autores y editores de libros, ha construido una muralla contra el crecimiento de la música y el cine en internet o los ebooks.
El gobierno vuelve a tener una oportunidad de acabar con la sospecha y el abuso, acelerar la reforma de las entidades de gestión de derechos de autor defendida por la Comisión Europea, gobiernos como el británico, la Comisión de la Competencia y los creadores de nuevos negocios de contenidos digitales.
La sospecha sobre la SGAE se extiende sobre el Ministerio de Cultura, encargado de la vigilancia y auditoría de las sociedades de gestión de derechos de autor. La ceguera y falta de celo en esa vigilancia de sus dos comisiones de propiedad intelectual supone una dejación de funciones en defensa de los autores, los ciudadanos y la creación.
Está pendiente la reforma del canon digital tras la sentencia europea contra su cobro a instituciones y empresas. La Comisión Europea y muchos expertos defienden una reforma de las sociedades de gestión para hacerlas más transparentes y limitar su monopolio por sectores, crear licencias europeas y para nuevos negocios digitales, recuperar las obras huérfanas para el dominio público, y simplificar la gestión para aumentar el mercado y no desanimar a los emprendedores.
Crear una agencia pública para la propiedad intelectual y el canon digital mejoraría y haría más transparente y ecuánime su reparto entre sociedades, autores y promoción cultural, además de arbitrar en conflictos y ser más ágil en la creación de nuevas licencias de contenidos. Es hora de dar un paso adelante, por la cultura y los derechos, tanto de los autores como del resto de ciudadanos.
Get on your knees, baby, and pray, pray, pray (Ponte de rodillas y ruega) no por tu amor, Teddy, como decía su canción más famosa en los años 60, sino por una justicia que, como tantas veces, los poderosos como el presidente de la SGAE no han respetado para las víctimas de sus abusos.
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