Llega el apagón analógico. El 3 de abril la televisión será digital. España lidera la carrera por ser uno de los primeros países del mundo en convertirse a la TDT. ¿Demasiado rápido? Quizá hemos gastado demasiado dinero -12.000 millones de euros, según Industria-, con un enorme esfuerzo de los ciudadanos para adaptar sus antenas y televisores para una tecnología indispensable para la transmisión, pero que no será la plataforma de los nuevos medios.
Ser los más rápidos tiene su precio. El futuro de las nuevas tecnologías está muy lejos de la TDT, con poca capacidad interactiva y de nuevos servicios. La banda ancha en redes fijas y móviles es la infraestructura clave para una economía sostenible y una sociedad conectada. La Comisión Europea revisa sus reglas sobre la financiación pública de las redes para estimular inversiones demoradas por las grandes telefónicas y lograr que en 2020 todos los europeos tengan acceso de al menos 30 megas. Un plan menos ambicioso que el presentado en Estados Unidos para que todos los norteamericanos tengan acceso de alta calidad a internet y a los servicios digitales tanto por redes fijas como móviles.
Y la televisión se muda a internet. Cuando se discute la nueva ley audiovisual, televisiones y políticos son los grandes interesados en mantener un sistema de licencias cada día más obsoleto: un número de cadenas acotado y con control político de contenidos y negocio. La televisión por internet (IPTV) libera a usuarios y cadenas para elegir y distribuir sus contenidos como quieran. Aunque la sustentabilidad del negocio, de publicidad o de pago, aún no está clara, británicos y norteamericanos lideran la búsqueda de de la convergencia.
Entretanto, el Gobierno confía en ser pioneros en la TDT para expandir el mercado de la industria de la televisión española. Pero los grandes países latinoamericanos como Brasil o Argentina han preferidos el sistema japonés al europeo y las expectativas se desvanecen. El apagón puede costar más de lo esperado.
Columna en los medios de Vocento