Comunicación
Retorno a lo local y recelo de lo ajeno
El 11-S no ha desembocado en un aumento de la audiencia | Los ciudadanos mantienen sus intereses y preocupaciones con un mayor recelo por lo ajeno, pesimismo económico y ansia de seguridad | La crisis ha provocado una fuerte contracción publicitaria que todavía no se ha recuperado
Bin Laden no ha dejado buenas noticias para los medios: poca audiencia y menos publicidad. El público se ha decantado por la estrategia del caracol y los anunciantes se han espantado. Como siempre, el dinero es miedoso y los ciudadanos se han vuelto a mirar hacia dentro: los asuntos relacionados con la globalización y las migraciones han ganado espacio en la información nacional y local.
Los medios explotaron con las Torres Gemelas –coberturas especiales, gran esfuerzo informativo, páginas y horas de emisión… – y el interés se disparó por unos días, pero no tanto como para recuperar la querencia por los medios. Las ventas mundiales de periódicos subieron sólo un 0,46 por ciento en 2001 respecto al año 2000.
En enero, el euro provocó un terremoto mucho mayor en el público. Los ciudadanos no gastaron mucho tiempo y dinero en el 11-S y sus consecuencias, sin embargo, el terrorífico “efecto euro” provocó una caída de la difusión de diarios y revistas como no se recordaba en España (alrededor del 20% en algunos casos).
Los ataques terroristas a Estados Unidos del 11 de septiembre no han despertado el interés del público por la información internacional todo lo que se presumía. Tanto en España como en Europa y en Estados Unidos se ha registrado un pequeño aumento en el interés por la información internacional, pero los ciudadanos han vuelto pronto a sus preocupaciones habituales y la crisis internacional ha desembocado en un mayor interés por lo propio, eso sí, con un ojo receloso puesto en todo lo que viene de fuera y en la economía. Lo más decisivo que ha dejado el 11-S para los medios ha sido una fuerte crisis publicitaria con un descenso mundial del 7% en términos reales.
El día después de los ataques los diarios españoles aumentaron su difusión una media de un 20% y en algunos casos se duplicaron las ventas, las conexiones con Internet a los medios norteamericanos se bloquearon y las televisiones llegaron a emitir seis horas diarias de telediarios. Lo mismo ocurrió en toda Europa y en Estados Unidos, la información sobre los atentados ocupó la mayoría del tiempo y recursos de los medios. Nueve meses después las cosas están prácticamente dónde estaban antes del 11-S.
Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el 97% de los españoles siguió el ataque a EE UU por la televisión, algo menos del 48% lo hicieron por los diarios (12 puntos más que los lectores habituales) y sólo menos de un 7% se conectó a Internet para seguir la tragedia.
En la mente de los periodistas se ha impreso con mayor fuerza la necesidad de información profunda y trascendente, con un ligero repliegue de las informaciones más triviales. Esta conciencia ha hecho que crezca la dedicación a la información internacional, la política y la derivada de problemas globales. En el público el impacto ha desembocado en un repliegue sobre la propia comunidad y sus problemas.
La falta de interés por los acontecimientos internacionales es patente cuando se estudian las cifras de difusión y audiencia del año 2001. Pese a las grandes noticias, en España bajó la audiencia de casi todos los medios, incluidos los diarios, que descendieron en total algo menos de un punto para quedarse en un 35,9% de la audiencia total. La televisión se mantuvo (89,2%), aunque con una ligera tendencia descendente, y prácticamente sólo subió Internet (20,4%), aunque con una desaceleración en su crecimiento.
Uno de los ejemplos más ilustrativos de giro informativo es el vuelco serio de la prensa sensacionalista británica. El Daily Mirror, segundo diario del país tras The Sun, anunció a bombo y platillo que se acababan las chicas en tetas y que reduciría al mínimo la cobertura de los famosos para hacer su agenda informativa más seria y profunda. No en vano el Mirror fue nombrado Mejor Diario de Gran Bretaña en 2001. Su director, Piers Morgan, fichó a reporteros y comentaristas estrella de los “quality papers” y lanzó una guerra que se ha prolongado con otra batalla de precios: diarios a 20 peniques (alrededor de 0,30 euros). Morgan lo tiene claro: está dispuesto a hacer del Mirror un diario respetable aunque pierda lectores en el corto plazo.
En EE UU, la circulación se ha mantenido y la publicidad cayó un 11,5%. Todavía se ve con escepticismo la recuperación y en estos meses no se ha hablado más que de despidos en las redacciones, la crisis de los telediarios de las grandes cadenas, del récord de premios Pulitzer del New York Times por la cobertura del 11-S y del rediseño del Wall Street Journal.
Los costes informativos se dispararon –equipos en Nueva York, reporteros desplazados a Afganistán, freelance en todo el mundo, compra de crónicas especiales a las agencias– y la publicidad se retiró de los medios: primero por respeto a las víctimas y luego por miedo a la recesión.
A pesar de lo que pueda parecer, aumentos de 130.000 ejemplares diarios de difusión en septiembre sólo se registraron en diarios como The New York Times. The Washington Post vendió 10.000 ejemplares diarios más en las semanas siguientes a la tragedia, pero la mayoría de los diarios norteamericanos ganaron en 2001 entre un 0,5 y un 1,5% de circulación.
Sólo los grandes diarios crecieron, los que ofrecen más información nacional e internacional en un mercado dominado por la información local. Los telediarios de las grandes cadenas aumentaron tres o cuatro puntos su audiencia y después de unos meses de una gran carga de información internacional, el tiempo ocupado por ella se ha estabilizado en alrededor de un 20%, cinco o seis puntos por encima de las cadenas españolas.
El 81% de los estadounidenses sintonizaron las noticias en la televisión los días siguientes al 11-S. Veinte días después, a primeros de octubre, sólo el 67% de los americanos continuaban viendo las noticias en la tele.
Las grandes crisis nunca son buen negocio, ni siquiera para las malas noticias.
Según el Pew Research Center, un instituto altruista de estudios de opinión y sobre la prensa muy respetado en EE UU, en 1996 el 62% de los norteamericanos decían estar interesados en la información internacional; en 2000 lo estaban un 59% y ahora lo están un 65%, una pequeña diferencia de tres puntos en seis años y de seis puntos sobre el año anterior a la tragedia.
Los ciudadanos están proyectando los problemas internacionales sobre sus propias vidas y, por tanto, no les interesa tanto lo que ocurre en el extranjero como la incidencia en sus vidas de esos acontecimientos. De ahí el crecimiento de la preocupación por temas como la seguridad, el terrorismo y la inmigración.
En España, según los barómetros del CIS, las preocupaciones de los ciudadanos no han cambiado por el 11-S, aunque se han agudizado algunas tendencias. Al 73% le preocupaba la crisis internacional en octubre, pero ya entonces la mitad de los españoles pensaban que los radicales islámicos no atacarían España. También más de la mitad de los encuestados pensaban entonces que el nuevo escenario no alteraría el comportamiento criminal de ETA. Pero, lo que es más relevante, el 97% ya afirmaba que la tragedia no había alterado sus planes de vida y ni siquiera los de viaje (95%).
Según la encuesta de abril de este año, la inmigración preocupa ahora a más del 14% de los ciudadanos, la guerra de Afganistán al 0,9%, el terrorismo a más del 58% y la inseguridad ciudadana a casi el 19%. El paro es la principal preocupación del 70% de los españoles.
En septiembre de 2001 (antes de los atentados), la inmigración preocupaba al 14%, el terrorismo al 75,6% y la inseguridad ciudadana al 9%. El paro preocupaba entonces al 65%.
Por orden, los principales problemas de los españoles en abril de 2002 son:
El terrorismo, el paro, la droga y el alcoholismo, la inmigración, la situación económica, la inseguridad ciudadana y la delincuencia.
Y en septiembre pasado:
El terrorismo, el paro, la droga y el alcoholismo, la inmigración, la situación económica, la inseguridad ciudadana y la delincuencia.
Los mismos.
Igual difusión, casi similar consumo de medios y las mismas preocupaciones. Menos papel y menos publicidad. Ésos son los resultados del 11-S para la prensa española.
El diario Le Monde ha acusado a los medios de impulsar el triunfo de la derecha en Francia por su cobertura exagerada de la inseguridad ciudadana y los problemas de la inmigración. En Inglaterra un sondeo reciente coloca al periodismo entre las 10 profesiones más denostadas, al igual que a la política y al Gobierno. No son buenas noticias. Se podría dar la vuelta al viejo adagio de Lord Northcliffe: “Good news, no news” (”Las buenas noticias no son noticias”), para decir que las malas tampoco.
El estudio antes reseñado de Pew Center Research es el más completo del que se dispone sobre las consecuencias del 11-S en los hábitos y concepciones informativas de los ciudadanos. Aunque se refiere a Estados Unidos, parte de sus resultados se podrían extrapolar. Algunos datos:
El 65% de los norteamericanos está interesado en la información internacional, frente a un 62% en 1996, sólo tres puntos de diferencia. Acontecimientos no relacionados con el 11-S, como las elecciones francesas o el golpe de Estado en Venezuela sólo han interesado a un 6% de la audiencia.
El rápido crecimiento de internautas en busca de información se ha frenado. En abril de 1998, el 13% de los encuestados buscaban noticias en Internet, la proporción creció al 23% en 2000, pero en abril de 2002 sólo eran el 25%, un pequeño aumento del 2% en dos años, cuando ya más de la mitad de los hogares norteamericanos tienen conexión a la Red.
El 32% de los norteamericanos ve los telediarios principales y otro 33% ve las cadenas de noticias en el cable. Sólo un 5% más de los que veían los telediarios en 1993, cuando sólo la CNN peleaba por un espacio entre los medios de referencia.
El interés por los diarios continúa descendiendo. Sólo el 41% de los encuestados leyó el diario ayer, frente a un 47% en 2000 y un 58% en 1993.
La televisión concentra una audiencia más conservadora y los diarios se sitúan más a la izquierda.
En el estudio aparecen indicios de que algunas grietas se agrandan:
Los lectores de diarios son cada vez más viejos.
Se agudiza la división social entre una élite formada y lectora, y una mayoría de la población sin estudios universitarios y no lectora;
Los letrados –llamémosles así– están interesados fundamentalmente en, por orden, la información internacional, la nacional y la local. A los menos letrados les atraen los sucesos, la información local, la de salud y los deportes.
Por último, en cuanto a las tendencias en los apetitos informativos (ver tabla al final del mensaje) se registra un alza relevante del interés por la información más próxima (local, con 5 puntos) y por la internacional (que sube 7). En el resto de las áreas se registra un pequeño cambio a favor de la información nacional, y se mantienen los sucesos, ciencia y tecnología, economía, ocio y espectáculos y consumo.
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